martes, julio 28, 2009

El entenado, de Juan José Saer.


De uno de los últimos libros que leí, El entenado, de J.J. Saer, trancribí este párrafo que me encantó:


"Una palabra cualquiera, la más común, que empleamos muchas veces por día, empieza a sonar extraña, se despega de su sentido, y se vuelve ruido puro. Empezamos, curiosos, a repetirla; pero el sentido, que nos fuera tan palmario, no vuelve a pesar de la repetición sino que, por el contrario, cuanto más repetimos la palabra más extraña y desconocida nos suena. Esa ausencia de sentido que, sin ser convocada, nos invade al mismo tiempo que a las cosas, nos impregna, rápida, de un gusto de irrealidad que los días, con su peso de somnolencia, adelgazan, dejándonos apenas un regusto, una reminiscencia vaga o una sombra de objeción que enturbia un poco nuestro comercio con el mundo. Sin darnos cuenta, seguimos parpadeando, de un modo imperceptible, después del encandilamiento y, absolviendo al mundo preferimos, para esquivar el delirio, atribuirnos de un modo exclusivo las causas de esa extrañeza. Es, sin duda alguna, mil veces preferible que sea uno y no el mundo lo que vacila."

5 comentarios:

laura dijo...

genial genial, y es así
a mí me pasa

Mare dijo...

Lau! Sí, la sensación es conocida y desesperante, no?
Qué velocidad la tuya para comentar, tuve que mirar alrededor para ver si no estabas acá! Jaja beso!

Mare dijo...

Saqué la foto y puse este Matisse.

Cintia Fritz dijo...

Qué maravilla... Y cómo me gusta la palabra palmario...




Beso!

Alejandro Rozitchner dijo...

Es una prosa antigua, no la pude leer. Empecé y me cansó al instante. Saer nunca me capturó.