domingo, mayo 13, 2007

The funky Gallegos

Hace algunos días, mis amigos Javi y Alfredo (Ducho), “Los gallegos”, me sorprendieron con un llamado transoceánico y me alegraron la mañana. Se me ocurrió (porque la verdad es que dan ganas de tenerlos más a mano y porque me consta que suelen visitar este espacio) postear este fragmento de mi diario de viaje del viaje* en el que nos conocimos (a cuya inolvidabilidad no voy a referirme en este post).
Resulta que llegado el momento, cruzamos en velero de Panamá (Portobelo) a Colombia (Cartagena), junto con otras amistades (A quienes tampoco voy a referirme en estas líneas), en 12 días de navegación a bordo de “El Joshua”.
El relato es desordenado e impreciso, y me daban ganas de retocarlo para explicar y agregar algunas cosas. Pero decidí dejarlo tal cual lo escribí en aquella oportunidad para no perder la espontaneidad, el precioso desorden temporal que lo hace por momentos ininteligible, y la atmósfera que transmite.

En las fotos está Alfredo en “La suite”, que era el compartimento ubicado en la proa, o debajo de ella (se me ocurre decir ahora sin contar con mucho lenguaje técnico) y el nombre tan glamoroso era una ironía cariñosa, y El Joshua en pleno.

Las noches en el velero, mientras navegábamos (a veces dormíamos anclados), eran bastante desordenadas, aunque los lugares para los 9 tripulantes estaban determinados, dormíamos de a ratos (como los perros), uno salía un rato afuera, otro entraba, otro no se podía dormir, etc. Esta noche a que hace mención el fragmento, fue particularmente revuelta porque, Poseidón, Neptuno, y Aegir, se agarraron a trompadas.

“Por las noches en la suite hacía mucho calor.
La velocidad había bajado. El 17 fue un día normal.
La noche del 17 hubo tormenta.
Alfredo pasaba mucho tiempo afuera por miedo a marearse. Fue una noche de película. En la suite estábamos Alfred, Javi, y yo. Alfred al medio.
El barco se movía de una manera increíble. Antes de que fuera a dormir Alfredo, a Javi se le cayó ese aparato-antena en la rabadilla y dio un grito de guerra. Me dice: “’ ¡me ha caído en la rabadilla!” Gritaba de dolor y yo no entendía qué mierda era “la rabadilla”. Momento cumbre. Me reí mucho. Descojonarse. La cama, que eran unas tablas y unos pedazos mas o menos cuadrados de goma espuma, se fue desarmando; entonces los laterales de la suite eran mas incómodos que la mierda.
Vino Alfredo y estábamos más incómodos todavía, había goteras, no sabíamos como acomodarnos; del living se escuchaba cómo todo se caía de los estantes. En una, Jesús voló a la cama de en frente, o sea, ¡atravesó el pasillo volando! Habíamos abierto la mesita porque el velero siempre se iba para un lado y así el que dormía ahí no se caía. Agustín voló y cayó arriba de la mesita.
Javi contó los dos chistes. Nadie podía dormir.”




*Sí, quise repetir la palabra “viaje” cuando podría haber dicho “de mi diario del viaje en el que…”, ¿y?



2 comentarios:

Javivi dijo...

hostias Martincito!!!... qué recuerdos!!... me he echado unas risas leyéndolo. Fíjate que creo que me ha empezado a doler la rabadilla otra vez sólo de recordarlo. Como esos a los que les han disparado alguna vez y cuando oyen un ruido similar a un disparo les entra el canguelo psicológico... je je je... No estuvo mal al final esa noche que la verdad es que pintaba jodida al principio... pero una vez empezamos con las risas nos devoramos aquella tormenta como si fuera una minúscula aceituna, ¿eh?... va a ser cierto eso de que no hay nada que pueda contra el miserable que aún siéndolo ríe... Y para terminar decir que me has metido el gusanillo de escribir mi capítulo del velero, ya que mi relatillo quedó parado justo en Costa Rica, con aquel memorable encuentro en el cyber de San José cuando ya todo parecía indicar que no nos reencontraríamos... un saludo, amigo

Mare dijo...

Javi!, jaja, buenísimo lo del miserable, y espero que el mencionado gusanillo acabe por conquistarte. Un fuerte abrazo, amigo.