jueves, febrero 05, 2009

Salir a ver qué hay


Esto es un texto grabado, una grabación de voz que se va a convertir en un texto. Salí de casa, tanteé la puerta del auto, estaba cerrada con llave, a veces la cierro y otras veces no. Abro, subo, arranco. Antes de llegar a la esquina, miro una casa, llegan visitas, el árbol de navidad está armado, todavía no es navidad. Doblo, hay deportistas, noche de entrenamiento, hacer los papelones hoy, evitarlos el fin de semana. Son las 21:20, todavía no terminó de oscurecer. Se persiguen unos a otros, hay muchas pelotas, muchas camisetas distintas, así son los entrenamientos. Una mujer con remera verde pasea a un golden retriever. Ya no es de día y todavía no es muy de noche. Una luz grande y alta después de los árboles, espero que sea un avión, o un planeta se nos viene encima. En la radio hablan de Axl Rose. El locutor dice que habían empezado el programa con Aeroplane, de los Redhotchillipeppers, y ahora pone un tema de Pappo que me parece sencillamente horrible, cambio a la de rock nacional, uh, Los Pericos, fealdad que enoja, me despido de la radio, paso al cd. No me acuerdo qué tengo puesto, pero seguramente no conecte con este momento, hace varias horas que no subo al auto. Aproveché el semáforo y cambié el disco, ya estoy listo para todo. Subí a la autopista. Metáfora de muchas cosas. Luces rojas avanzan desparejas adelante. Luces blancas también frente a mí, en un reflejo rectangular, resumen de los que vienen atrás. Cada vez que grabo tengo que bajar el volumen de la música y es como que me voy un poco del momento, porque el escenario tiene más música en realidad, pero bueno, es así.
No sé si voy a ver el río, pero voy a acercarme. La torre del Unicenter está vestida de navidad, los monoblocks no. El chico que vende rosas se enredó luces en todo el cuerpo y camina como puede. Pasa junto a mi ventanilla, titilante. El de adelante me pone guiño, a mí, nos estamos comunicando, como podemos. Hoy también chateé, mandé mails, sms, hablé por teléfono, dejé un comentario en un blog. Y me guiñó el auto de adelante para decirme que doblaba. Sin embargo salí con esa sensación de los días en que siento que pasé mucho tiempo solo. Semáforo. Un hombre camina por la vereda solo y se ríe. No estás loco. Quizás tampoco estás contento. Un pelado corpulento con barba candado espera el bondi. Te pareces demasiado a muchos, pelado.
En su momento no lo mencioné, pero hace un par de cuadras tuve que desviarme porque Paraná estaba cortada, volví, hice dos cuadras más, y ahora tengo que desviarme otra vez. Paraná, te siento muy interrumpida. Esta esquina parece de Mar del Plata. Yo podría vivir en cualquier casa acá en Olivos. Desde que nací hasta mis dos años viví por acá, ya no sé dónde. Esquina con Maipú. Venden instrumentos musicales. Contra esta vidriera todas las baterías. Si fueran más baratas me compraría una, para jugar, sin obligación de aprender a tocarla. Calle Alvear, apago el aire y bajo el vidrio. Conectarse con el ambiente. Agarro Sarmiento… ¿ésta cruza la vía?

Me vine al Carlitos de Eduardo Costa, del otro lado y frente a la vía. El lugar está lleno. Pedí lo mismo que la última vez que comí acá: sándwich de lomo con mayonesa de palta y tomate.
Es un lugar tan ordinario que me enternece: hay dos televisores (ahora pasan Los Pells) y fotos de la comida que preparan colgadas de a tres, en cada pared, formando triángulos. Constelaciones triangulares con fotos de panqueques. Se come rico. Soy un espíritu un poco ordinario y feliz. Tomé un porrón Stella Artois. Debo decir: éste párrafo lo volqué en el cuaderno, para no sacar el grabador y pasar por loco, y además porque hay mucho bochinche. Creo que somos cincuenta personas. No conozco a nadie. Soy el único que escribe. También el único que está solo.
No sé si comer postre acá o ir a tomar un helado a algún lado. Aquellos dos: papas fritas y Cocacola. Saber vivir. El know how es todo en la vida. El know how vivir. Llegaron como diez que no sé donde se van a sentar. Problema de ellos. Le digo a la chica: ­ ¿te pido la carta de vuelta? (sí, pedímela, bueno, la carta de vuelta, por favor) Sí, me contesta y sigue viaje con platos sucios, abandonados, y vuelve y la carta que fue verde, ahora es azul. Es otra carta. Me voy a pedir un 309. Acá nos manejamos con números. Antes, cuando le pedí la comida, no miré el número, cerré la carta y le dije el nombre en letras de eso que quería, lo cual fue inconveniente, porque tuvimos que abrir la carta verde para confirmar que era un 54. Ella había adivinado, había dicho “creo que es 54”, y lo era. Parece ser que los de la cocina son contadores y matemáticos retirados, que sólo entienden números. Así fueron criados y cada quien tiene sus limitaciones. 3984 es un hola, 3985 es un chau, y a otra cosa mariposa. ¿Por qué uso esas frases hechas que no sé de donde salieron? Cuando termino de pronunciarlas me siento un asqueroso. Y nunca falta un boludo que se dedica a saber de dónde salió cada una de ellas.
Se vació un poco el salón, ya hay mesas vacías. Es que nos dieron las veintitrés. Esos vinos que tienen sobre el mostrador deben ser un caldo intomable.
Pedí la cuenta, le dije a la chica, ¿me cobrás?; me quiero ir ya mismo, tengo calor, el 309, un panqueque con dulce de leche y helado de vainilla, me lo preparó un terrorista.

Caminé media cuadra y ya estoy en el auto. Hay como aire de tormenta. Capaz que se larga, más tarde. La calle está tranquila, tranquilísima, oscura, dormida. Hay apenas luces, como salpicadas entre las casas, destellos de intimidad por todas partes. En el frente de esa casa hay un farol que alumbra un metro redondo y solo encuentra pasto oscuro y espacio invisible. Un farol que se alumbra sólo, intimidad que nadie busca. Logré salir del barrio, por esta cuadra caminé apurado muchas mañanas, llegando tarde a inglés, con la tarea recién y apenas hecha. Semáforo, Tomas Edison corta Santa Fe. Hay un capítulo en el que Homero es fanático del amigo T. Edison. Suenan los Counting, buen volumen, buena distorsión. Avanzo por la raíces de Olivos. Las calles casi oscuras, gente en la puerta tomando un mate tardío, un auto viene atrás, me molesta. Casas comunes y lindas, intrigantes, parecidas, pero distintas por ser respiradas por distintas personas. Me pongo el cinturón de seguridad, voy a subir a la autopista, tierra fértil para metáforas que hablen del tiempo y sus vericuetos. Ya llego a casa, doblo y estoy. Adam canta: Im falliiiiiiiiiiiiiiiiinnnngggg…asleeepp in perfeect bluee buildiingss….la la la la la la la.

2 comentarios:

Cintia Fritz dijo...

voyasercursiconotromeencantacomoescribís. estástanlivianotodoeltiempo...


Eso.

George dijo...

Que ganas de Carlitos!!!!!
Por aproximación me merezco un lugar de trabajo en la cocina.

Abrazo..!!!!