jueves, febrero 26, 2009

Leyendo a Donleavy


“El taxímetro disminuye la velocidad y se detiene frente a un alto edificio amarillo. Que se eleva rodeado de casas de vecindad. Hay que devanarse los sesos para encontrar las primeras palabras que decir. Señorita Tomson por casualidad pasaba en un taxímetro cuando se me cayó su dirección de la billetera y se me cayó sobre la mano y cuando miré por la ventanilla vi que era aquí. Perdone mi color verde. No vacile en decírmelo si está ocupada. Estoy ocupada. Señorita Tomson después de todas estas semanas vacías permítame que le bese los pies. Están limpios. O aún cuando huelan un poco.
Al final de un vestíbulo largo y angosto hay un ascensor, unas sillitas de hierro con patas en garra de león. Colgaduras con borlas rojas. Smith se quita los anteojos para sol. No hay nombres ni indicaciones. Aprieta un timbre. Asoma por la puerta un hombre abotonándose el frente de un uniforme azul y rascándose el sudor de la cabeza con un guante blanco.”


Un hombre singular, J.P. Donleavy.


Óleo: Moneyman, Felipe Molina.

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