domingo, noviembre 18, 2007

Dunkelheit

Domingo. Oscureció. Salgo a caminar pensando que hice bien, que realmente ponerse, hoy domingo, de una primaveralidad arrolladora, a desarmar maletas, era cosa de cangrejos. Camino y cada tanto pongo pausa a mi reproductor de mp3 para sentir el silencio que en realidad me rodea.
Noto que camino rápido y me repito que no estoy escapando ni haciendo ejercicio. Que estoy usando estas calles como si fueran calles de mi propio espíritu. Siento algo bastante parecido a estar contento. Voy mirando las casas, que se van silenciando de a poco para despertar, mañana lunes, a grito pelado. Hay poca luz artificial. Voy llegando a la esquina y ya tengo ganas de pasear por esa zona descampada y oscura en que devino la cancha de rugby, para poder mirar el cielo y confundirlo con el mar. De repente me maravillo al sentir que hace años que no le tengo miedo a la oscuridad. Qué bueno no haber muerto antes de dejar de temerle a la oscuridad (Sí, y qué bueno no haber muerto antes de tantas otras cosas). La oscuridad es de los que la caminan. Yo no soy un invitado en las tinieblas. Soy un adorador del sol que tiene una casa en la oscuridad.

6 comentarios:

laura dijo...

Otra vez.
Tus relatos tienen poesía, me hiciste salir a caminar, o quedarme adentro pensando. O las dos cosas.

beso

Marcela dijo...

Ayer caché el mp3 y puse "el mareo" y salí a caminar a paso partido. Yo tampoco estaba escapando, no no. Le camino las pareces a la oscuridad de cuando en vez.

pavelushka dijo...

Que puedo decir. Es tan profundo y a la vez tan simple. Me llegan y llenan tanto las cosas que escribes. Que envidia... sana...

Mare dijo...

Gracias por la buena onda, a todos.

Anónimo dijo...

que coincidencia! la niña puesta es experta en caminatas especialmente las nocturnas

Mare dijo...

jaja, somos varios entonces Niña, suerte que sobre oscuridad para compartir! Saludos!!!