martes, noviembre 13, 2007

Hugo, la lluvia de hoy martes, y yo

La existencia de Hugo y la mía tienen límites parecidos. No podemos estar en dos lugares al mismo tiempo y no podemos volver el tiempo atrás.
Los dos conocemos estas y otras reglas. De todas formas, cuando nos encontramos, jamás mencionamos este saber que compartimos. Supongo que porque no hace falta, porque compartimos también otras cosas. Ni Hugo ni yo sabemos cuantos encuentros nos quedan al uno con el otro. Sabemos sin embargo, que si todo va bien, él va a morirse bastante antes que yo. Esto tampoco lo decimos nunca. Desde alguna perspectiva no sería erróneo afirmar que la respuesta a la pregunta de cuantas veces más vamos a vernos, depende de él.
Cuando en nuestras reuniones nos encontramos de repente en una carcajada a dúo, la exageramos como niños o como locos y vaciamos los pulmones a más no poder, como haciendo un bungy jumping hasta llegar cada uno a mojarse la frente con el agua tibia de su propia muerte, y entonces entendemos instantáneamente hasta qué punto la risa no es lo contrario de esta. Esto último tampoco solemos comentarlo, pero nos miramos de una manera que nos delata.
Hace uno o dos años que no lo veo a Hugo. Pronto voy a visitarlo.

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