martes, septiembre 23, 2008

El día de Febrero que volví de Australia



Acabo de cortarle la cabeza a una paloma. Usé un hacha. Tuve que dar tres o cuatro golpes. Fueron cuatro, definitivamente.
La maté porque estaba sufriendo, ella, y decidí, yo que la veía desde afuera sin poder sufrir, que no tenía chances de recuperarse.
Tenía una herida grande de un lado que le impedía estar parada, entonces yacía panza arriba y cada tanto aleteaba tratando de darse vuelta y levantarse. La ayudé pero en seguida se cayó de lado, poniendo la herida al sol.
Mi perro se acercó a curiosear, a investigar, ver si era algo comestible. Le grité y se alejó.
Ya con la cabeza a diez centímetros del torso, la panza se fue desinflando, yo pensé en algún instrumento musical. Por algún lado salía el aire, todo el miedo que había sentido.
No puedo saber si sufría mucho o poco, si era como para matarla, o si había que dejar que la muerte llegara despacio.
Me pareció que podría haber agonizado horas, temblar, y morir recién a la noche. Ya no puede ser un error.


El resto del día fue como cualquier día de febrero en que uno vuelve a casa desde lejos, bien tratado, mal dormido, con una mochila de ideas para desarmar.

1 comentario:

George dijo...

Que bueno saber contar!
Escapando de lo importante, Leon tiene alma de cazador..!!!!
Que bueno volver y soborear la aventura ya desde lejos!!!
Un abrazo!